Le Corbusier: doce metros cuadrados
En el espacio que existe entre la curvatura de uno de los muros de piedra y el extremo alabeado de otro, asoma una puerta. Sus lados están salpicadas de figuras alegóricas, sometidas al orden que imponen las líneas que lo cruzan.
Una de sus caras enseña las franjas del apocalipsis1. Un cielo donde flotan nubes que no son nubes sino huellas, y dos manos que no son manos sino alas de la mujer que huye del dragón. Una línea vertical que atraviesa el centro del plano divide partes antagónicas: Los azules de un lado son rojos en el otro; la estrella encuentra su opuesto en el rombo; la mano abierta en la mano cerrada. Debajo de esas dualidades, la tierra sostiene un rio que se hace serpiente buscando el mar, mientras celebra la tensión que habita encima.
En la otra cara, la estrella y el rombo se ordenan en la línea vertical. La estrella predomina y relega al rombo a un rol secundario en la parte baja. En el lado izquierdo flota un círculo rojo que evoca al sol. En el derecho, unas pocas manchas sinuosas insinúan una cadena montañosa. Las nubes ahora son huellas nítidas y sobre el suelo se logra identificar varios rastros taurinos. Los azules dejaron de ser oposición y permiten que una figura roja se incruste en el centro de la escena. En un paño oscuro ubicado en la parte inferior izquierda, conviven siluetas de animales enmarañados con la palabra “corbu”.
Los protagonistas de la iconografía están sometidos al orden que establecen el eje vertical y el horizontal.
El hombre y la tierra.
Erguido sobre el plano terrestre de las cosas comprensibles, contraes con la naturaleza un pacto de solidaridad: es el ángulo recto. 2
El pivote que permite el giro de la puerta está ubicado en el eje de la abertura. Al rotar, el vértice de la hoja ocupa el centro del vano y exige decidir el lugar de paso. Este acontecimiento impone una pausa a la dinámica que suscita el ascenso a la colina y genera un momento de tensión previo al ingreso. Previene al visitante del arrobamiento que causa el portento del sitio, cuando se revela ante sus ojos el sortilegio de luz que habita en su interior.
©Marcelo Gardinetti


Notas:
1 Jaime Alberto Sarmiento, en su tesis doctoral “La Capilla de Ronchamp de Le Corbusier”, Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña 1997, menciona un texto de Mogens Krustup que remite la procedencia de las imágenes al capítulo 12 del libro del Apocalipsis.
2 Le poéme de l’angle droit, Le Corbusier, 1955.
Fotografía de portada: choisart.org
Cite: Gardinetti, Marcelo «Le Corbusier: doce metros cuadrados» marcelogardinetti.wordpress.com 31-12-2016 https://wp.me/p1eMNs-y2
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